“Debes caer para aprender a levantarte, debes estar solo
para apreciar la
compañía, debes llorar para saber qué es reír.”
El grito de un pájaro hizo que mis ojos se abriesen de par en par. Levanté la cabeza asustada, mirando a mí alrededor para ver dónde me encontraba. Un tenue rayo de luz entraba por un hueco de la pared, gracias a ello me acordé de lo que pasó anoche, en este mismo sitio. Suspiré por ello y me puse en pie. Arrastré mi cuerpo por el hueco y aparté las ramas del matorral. Me levanté y anduve pegada a la pared hasta darle la vuelta a palacio y colocarme en la entrada del mismo. El cielo estaba completamente cubierto de nubes negras y millones de gotas caían. Contemplé la ciudad.
—Dios mío… —Abrí mis ojos de par en par por la tremenda sorpresa que me llevé— ¿Qué ha pasado aquí? —Recorrí con la mirada todo lo que había enfrente de mí. Las casas estaban destruidas. Algunas en llamas y otras medio derrumbadas. Los suelos estaban cubiertos de escombros y sangre. Por las calles había cuerpos de gente inocente sin vida, con espadas, flechas y hachas clavadas en ellos y los árboles de todo el reino estaban chamuscados.
Comencé a andar entre las calles buscando algún superviviente. Entre los escombros había muy poca gente intentando escapar, ayudé a algunas personas, pero muchas se las arreglaban por sí solas. En ese momento me acordé de los cerezos. Nuestros cerezos
Corrí lo más rápido que podían mis piernas. Pisé la hierba quemada del monte, con los ojos encharcados. Al llegar a la cima, los vi. Los troncos estaban ennegrecidos, las ramas secas, las hojas quemadas en el suelo y mi amor por Harry hecho pedazos… Era lo único que me quedaba después de su marcha y ahora se reduce a un “nada”.
A lo lejos pude oír murmullos de gente hablando. Con la mirada busqué a esa gente y me encontré con un grupo de unas cuarenta personas saliendo de la entrada de palacio. En ese momento por mi cabeza pasaron mis padres, mi hermano. ¿Habrán sobrevivido?. Bajé el monte de nuevo y corrí hasta toparme con la gente que buscaba.
—¡¿Papá?!, ¡¿mamá?! —Comencé a apartar gente a empujones, desesperada por ver sus caras—. ¡¿Arthur?! —Continué gritando, pero no conseguí ver a nadie.
—¡Katherine! —Oí mi nombre como respuesta. Miré a todos lados buscándolo, pero no aparecía— ¡Katherine! —Volví a oír. Esta vez la sentí más cerca de mí. Giré hacia todos lados buscando a la persona que me estaba llamando, cuando por fin la diferencié entre la gente, viniendo hacia mí.
—¡Arthur! —Grité. Al estar lo suficientemente cerca, salté a sus brazos y lo estreché entre los míos— Cómo me alegro de que sigas vivo aún… —Su agarre disminuyó considerablemente, cosa que no pasé por alto— ¿Pasa algo? —Pregunté en un susurro contra su oído.
—Es solo que… —Expuso, empujándome para deshacer el abrazo— Papá y mamá no han sobrevivido… —Mis ojos se abrieron por completo, perpleja por la noticia.
—¿Qué? —Musité. Me alejé de él con el miedo reflejado en mi mirada.
Comencé a correr lejos de la muchedumbre. Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo, y no tuve el coraje suficiente para contenerlas. Mis pasos me llevaron hasta casa. El techo estaba destrozado, la mitad de la casa en ruinas y la otra mitad en llamas. Enfrente de ella, escombros por doquier, signos de una explosión. Entre la escoria, dos cuerpos enterrados se podían diferenciar: mis padres. Otra vez, caí de rodillas. Llevé mi mano a mi boca y mordí la piel de la parte exterior a la vez que cerraba mis ojos dejando escurrir lágrimas. Tal fue mi dolor que mis dientes atravesaron la piel y comenzó a salir sangre. Sangre que se mezcló con las lágrimas y acabó por gotear hasta formar diminutos charquitos en el suelo. Oí unos pasos acercándose a mis espaldas. Arthur.
—Oye… —Uno de sus brazos pasó por encima de mi espalda— El rey nos ha ofrecido varias habitaciones de palacio. Ya sabes… Acabamos de perderlo todo. —Me acogió entre sus brazos para darme algo de consolación.
—Todo esto es por tu culpa… —Confesé. Apreté mis dientes aún más, a punto de arrancar el pedazo de carne comprendido entre ellos— Todo esto es por tu culpa… —Volví a confesar. La imagen de Harry estaba presente en mi cabeza, llena de odio por las consecuencias que su marcha provocó.
—¿Cómo? —Interrogó. Los pequeños hilos de piel que agarraban el trozo de carne se rompieron y el pedazo que tenía entre los dientes se desprendió. Mi mano cayó muerta al suelo y comenzó a chorrear sangre de ella— Dios mío Kat…
Mis oídos solo podían captar el sonido de las gotas chocando contra el suelo y un pitido de fondo que supuse que era la voz de mi hermano. Pude escuchar los latidos de mi corazón, pero estos aumentaban a la vez que una enorme presión oprimía mi pecho. Noté cómo el oxígeno no llegaba a mis pulmones y mi cuerpo se debilitaba. Acabé por perder el control y caí de lado al barro del suelo.
Arthur me cogió en brazos. Corrió en dirección contraria al incidente. Mi cabeza estaba apoyada en su pecho, mi cuerpo muerto en sus brazos y mi mirada perdida, recordándolo todo. Hundiéndome en mi propia desesperación. He perdido a Harry. Aunque me haya dicho que volverá, se me hace difícil de creer. A mi madre y a mi padre en una masacre creada por él. Solo me queda mi hermano. ¿Qué se supone que debería sentir hacia él después de habérmelo arrebatado todo?
Llegamos a palacio. La gente aún estaba allí. Al vernos, todos se echaron a un lado, dejándonos un pequeño pasillo por el que acceder al edificio. En él, varias personas acudieron a nosotros. Mi hermano sacudió el brazo donde estaba la parte superior de mi cuerpo para devolver mi cabeza a su pecho, ya que había caído y la llevaba doblada hacia atrás. Los hombres que acudieron a nosotros anteriormente, comenzaron a andar y Arthur les siguió. Al final del pasillo de parqué, amueblado con artefactos rústicos y lujosos con las paredes aterciopeladas, había una puerta de madera. La abrieron y todos entramos. Mi hermano me tumbó en una cama de sábanas violetas. Uno de los hombres cogió la mano ensangrentada y la vendaron con delicadeza, volviéndola a dejar al lado de mi cuerpo. Mi mirada empezó a volverse borrosa, y los párpados me pesaban. No pude resistir y perdí el contacto con la realidad.
Mis ojos se abrieron despacio. Observé todo lo que tenía a mí alrededor sin necesidad de mover la cabeza. Me hallaba en una habitación de gran tamaño. Paredes grises, lujosos muebles, un espejo de cuerpo entero y una cómoda blanca con un enorme cristal rectangular sobre ella, justo enfrente de la cama. Me vi reflejada en él. Mi cara estaba pálida y mi mano vendada. No me acuerdo de nada y ni siquiera sé por qué estoy aquí. Me levanté con cuidado. El cuerpo entero me dolía y a causa de ello ahogué un grito de dolor. Puse los pies en el suelo, y al bajar de la cama, las piernas me fallaron y caí al suelo. Apreté mis dientes. Una mano estaba agarrada a la mesita y con ella, intenté ponerme en pie.
—Kat —Alguien entró por la puerta y corrió hacia mí para ayudar a levantarme— ¿Qué estás haciendo en pie? Los doctores dijeron que debes guardar reposo. —Declaró mientras me ayudaba a sentarme de nuevo en la cama. ¿Arthur?
—Acabo de despertarme en una cama de palacio con una mano vendada. ¿Qué esperas que haga? —Le respondí cabizbaja, una vaga voz salió de mi garganta.
—Pues… —Noté su mirada triste sobre mí— ¿Te acuerdas de algo? —Reí con ironía ante su cambio de tema y miré hacia adelante.
—La verdad es que no. Me he despertado con dolor de cabeza y los recuerdos borrosos. —Esta vez le miré a él para que me contase lo sucedido.
—Esta mañana encontraste a papá y a mamá muertos. Te arrancaste un pedazo de piel de la mano. Dijiste “todo esto es por tu culpa”. Te dio un ataque de ansiedad y luego te sedaron aquí para que el ataque amainase. —Los recuerdos volvieron a ser nítidos en mi memoria. No respondí nada— Los médicos te han dejado algunos medicamentos…
—¿Medicamentos? —Pregunté. Su mano alcanzó un pequeño bote de color marrón. Se lo quité de las manos y leí la etiqueta blanca que estaba pegado a él— ¿Antidepresivos?
—Te los han dejado por si acaso, no tienes por qué tomártelos… —Me arrebató el pequeño bote de las manos y lo devolvió a la mesita. Dejó caer sus manos sobre sus piernas provocando el sonido de una palmada y absorbió sus labios sin saber que hacer ahora— Oye… Será mejor que te deje descansar, necesitas reposo.
Se acercó a mí y besó mi frente con dulzura. Hacía tiempo que no me daba uno así, y realmente lo echaba de menos, mucho. Se levantó con cuidado y sin mirar atrás llegó a la puerta de la sala y torció el pasillo. Suspiré cuando dejé de verle. Miré la cama por encima de mi hombro y con incertidumbre, subí mis piernas a ella. Quedé tendida boca arriba, mirando el techo, con mis manos colocadas encima de mi vientre, pensando en mil cosas a la vez, pero lo que abundaba en mi mente eran las palabras de Harry: “Esa chica y yo tenemos la misma marca que tú en el brazo. Esta marca, cuando dos de estas marcas se unen en un determinado lugar, tiende a formarse una criatura con un poder sobrenatural y…” ¿Y qué? Traté de pensar en algo para continuar la frase, pero al no saber nada del tema del que me habló, no sabía cómo continuar. Mi mano se desplazó hasta mi brazo, donde apreté la marca mientras mis ojos creaban lágrimas. ¿Qué hay detrás de este símbolo? Pensé en Arthur. Él nació ocho años antes que yo, así que tal vez mamá o papá le dijeron algo sobre esto… Me levanté de la cama sin hacer ruido, salí de la habitación y estuve buscándolo por un rato hasta dar con las grandes puertas de la biblioteca. Abrí una y en chirrío de esta hizo voltear la cabeza de una persona del interior.
—¿Arthur?, ¿qué estás haciendo aquí? —Dije mientras sujetaba la puerta con una mano para mantenerla abierta y fruncía mis cejas, extrañada por verle aquí.
—Katherine… ¿Qué estás haciendo tú aquí? Te dije que debías descansar. —Contestó mi pregunta con otra, remarcando el "tú". Tenía varios libros abiertos, apilados uno encima de otro, esparcidos por la mesa y algunos por el suelo.
—Solo vine a hacerte unas preguntas, sin no te importa… —Noté con sus hombros bajaban y su pecho descendía. ¿Tan nervioso le ponen unas preguntas?— Son sobre la marca que tengo en el brazo… —Cerré la puerta detrás de mí y bajé las escaleras para llegar al salón donde él estaba.
—¿Y qué es lo que quieres saber de ella? —Pasé mis dedos por el borde de la mesa y contemplé las amarillentas hojas que contenían los libros, pasé una uña por unas palabras que parecían símbolos e intenté averiguar qué era lo que había escrito. Mi hermano, al darse cuenta de mis intenciones, apartó mi mano del libro y comenzó a cerrarlos todos— ¿Cuál era tu pregunta?
—Eh… Era sobre la marca de mi brazo. Harry me dijo que cuando se unen dos en un determinado lugar, se forma una criatura, pero no sé si es verdad… ¿Sabes algo más sobre ella? —Me miró con las pupilas dilatadas, cosa que me asustó.
—Es de nacimiento. —Le miré decepcionada por su poca información, en cambio, él ni volvió la cabeza hacia mí. Comencé a subir escaleras en dirección a la puerta cuando su voz me detuvo.
—Bueno. Hay algo más… —Di media vuelta y me lo encontré sentado en el borde de la mesa, con un gran libro abierto sobre sus piernas, dispuesto a hablar.
Esta re buena!!,seguila pronto!!
ResponderEliminarCris.. he leido tu novela y me ha parecido buena! Da una vuelta de 360 a la otra pero me ha gustado mucho.. sigueela en cuanto mas pronto puedas! Besos linda (:
ResponderEliminarabeis escrito otra novela??
ResponderEliminarme podeis dejar el link porfa :*
Gracias amo tu novela seguilaaa...... <3